Navidad: cuando el año apaga el ruido y enciende la luz

Diciembre llega con su vieja magia: la de parar, mirar alrededor y recordar que nada importante se construye en soledad. Desde SALITEL os deseamos una Navidad serena, con calor humano, y un año nuevo con proyectos firmes. Que la luz no sea solo decorado: que sea rumbo.

La Navidad siempre ha tenido algo de truco honesto. Un espejismo, sí, pero de los que curan: por unas semanas, el mundo finge que sabe ir más despacio. Las ciudades se ponen sus mejores galas, como quien se arregla para una foto familiar en la que nadie quiere salir mal; las luces cuelgan de balcones y avenidas con la misma obstinación con la que, en el fondo, colgamos nosotros de la esperanza. Y, de pronto, lo cotidiano —la compra, el trabajo, el tráfico, el correo que no para— se ve atravesado por una pregunta que no aparece en ningún calendario laboral: ¿en qué hemos invertido de verdad este año?

Hay quien cree que la Navidad es un invento de comerciantes y de villancicos repetidos. Y, sin embargo, incluso esa caricatura tiene su reverso: en un tiempo que presume de eficiencia, la Navidad nos regala una ineficiencia preciosa. Un paréntesis. Un silencio entre dos frases. Una mesa que se alarga. Un abrazo que llega tarde, pero llega. Es un contraste magnífico, casi una antítesis de manual: las prisas del mundo frente a la pausa del corazón. Y quizá por eso funciona.

Desde SALITEL queremos aprovechar ese paréntesis para asomarnos a vuestra puerta —sin llamar demasiado fuerte, no vaya a ser que estéis cortando el turrón— y deciros algo sencillo, que a veces es lo más difícil: gracias. Gracias por estar al otro lado, por confiar, por leernos, por acompañarnos en este trayecto que no se mide solo en días, sino en conversaciones, decisiones y pequeñas victorias.

La vieja Navidad y el mundo nuevo

Los historiadores sabemos que la Navidad no es solo una fecha: es una capa sobre capas. Cada siglo le añade un color, una costumbre, una canción, una manera de sentarse a la mesa. La Navidad ha sido hoguera en los pueblos, misa en la madrugada, guiso compartido, regalo humilde, carta escrita a mano. Ha sido, también, propaganda, ceremonia, rutina, nostalgia. Y ha sido —esto es lo más interesante— un espejo.

Porque la Navidad refleja lo que somos. Cuando somos austeros, la volvemos sobria. Cuando somos derrochadores, la llenamos de ruido. Cuando nos sentimos solos, la convertimos en un altavoz de la ausencia. Y cuando estamos bien acompañados, la Navidad se vuelve una lámpara pequeña pero persistente, como esas luces que no deslumbran y, aun así, permiten ver el camino.

Este año, además, la Navidad nos alcanza en un mundo que vive a la velocidad de un pulso digital. La información cae sobre nosotros como granizo: noticias, mensajes, notificaciones, vídeos, titulares. A veces parece que el tiempo no avanza: se actualiza. Y en medio de esa tormenta, la Navidad trae una paradoja deliciosa: celebramos lo antiguo con herramientas modernas. Nos deseamos paz por mensajes instantáneos. Compartimos fotos de familia en pantallas. Organizamos encuentros con calendarios y mapas. La tradición y la tecnología, lejos de pelearse, se dan la mano como dos generaciones que han aprendido a respetarse.

Y ahí, en esa convivencia, hay una lección preciosa: lo importante no es el cable, sino lo que transporta; no es la señal, sino la voz; no es el dispositivo, sino la presencia. La tecnología puede ser puente o muro. La Navidad nos invita, con su insistencia amable, a elegir lo primero.

Un brindis por lo cercano

Hay un mito contemporáneo que conviene pinchar con una sonrisa: el de que todo lo valioso sucede lejos. Que la felicidad está en el próximo viaje, en el próximo ascenso, en el próximo gran plan. Pero la Navidad —esa señora antigua que sabe más de la vida que muchas aplicaciones— nos recuerda que lo esencial suele estar cerca, casi al alcance de la mano.

Cerca está el vecino que, por fin, saluda sin prisa.

Cerca está el amigo al que prometimos llamar “cuando tenga un hueco”, como si la amistad fuera una carpeta del escritorio.

Cerca está la familia, con sus virtudes y sus pequeñas manías, esa mezcla explosiva que solo el cariño consigue domesticar.

Cerca está la mesa, donde un plato caliente vale más que cien opiniones.

Y cerca está también la comunidad: clientes, colaboradores, lectores, personas que no vemos cada día pero que forman parte del mismo mapa.

En SALITEL creemos en esa cercanía. No como eslogan, sino como actitud. La cercanía no es estar encima: es estar disponibles. No es prometer milagros: es resolver con honestidad. No es hablar complicado: es explicar claro. La confianza se construye como una casa: ladrillo a ladrillo, día a día, sin fuegos artificiales.

La Navidad como recordatorio práctico

Si algo nos enseña diciembre es que el año no termina: se ordena. Se revisa. Se interpreta.

¿Qué hemos aprendido? ¿Qué hemos mejorado? ¿Qué hemos dejado a medias? ¿Qué merece continuar y qué conviene soltar, como quien sacude un abrigo al entrar en casa?

A veces, el mayor acto de inteligencia es renunciar. Renunciar a la prisa. Renunciar a la queja automática. Renunciar a la idea de que “todo depende de mí”. La Navidad, con su insistencia casi infantil en el regalo y la reunión, nos devuelve una evidencia que el resto del año olvida: dependemos unos de otros.

Y eso no es debilidad; es diseño. Como en los viejos puentes de piedra: ninguna dovela sostiene el arco por sí sola, pero juntas sostienen el paso de generaciones.

La luz, la sombra y el oficio de seguir

No vamos a fingir que todos los diciembres son iguales. Para algunos, la Navidad es una fiesta; para otros, una prueba de resistencia. Hay sillas vacías que pesan más que un armario lleno. Hay familias que se reúnen y, aun así, se sienten lejos. Hay personas que sonríen por educación y luego, cuando se apagan las luces del salón, se quedan a solas con su cansancio.

Por eso, felicitar la Navidad no debería ser un gesto automático, como sellar una carta. Debería ser un acto consciente, con una pizca de humildad: desear bien no cambia el mundo de golpe, pero puede ablandarlo. Como una manta puesta a tiempo. Como una taza de caldo en una noche fría.

Desde SALITEL os deseamos una Navidad con espacio para lo real: para la alegría, sí, pero también para el descanso; para la celebración, sí, pero también para el cuidado; para las risas, sí, pero también para el silencio. Que cada uno encuentre su manera de estar.

Y si este año viene con sombras, que la luz no os falte. No la luz de neón, que deslumbra y cansa, sino la luz cálida, la que parece una llama pequeña y, sin embargo, empuja la oscuridad hacia los márgenes.

La ironía de diciembre

Diciembre es un mes curioso. Nos invita a la calma mientras nos empuja a correr. Nos propone mirar hacia dentro mientras nos llena el calendario de cenas. Nos habla de paz mientras el centro de la ciudad parece una batalla por el último aparcamiento.

Y, aun así, hay algo tierno en esa contradicción. Porque incluso cuando nos equivocamos de ritmo, lo intentamos. Nos arreglamos. Compramos un detalle. Escribimos un mensaje que llevábamos meses posponiendo. La Navidad saca del armario nuestra mejor intención, aunque a veces se nos quede un poco grande.

Pequeña crónica de un año que se va

Si el año fuera un libro, ahora estaríamos en las últimas páginas: esas en las que el lector decide si recomienda la historia o la deja olvidada en una estantería. Y la verdad es que casi ningún año es redondo. La vida no tiene gusto por las simetrías perfectas.

Ha habido días brillantes y días torcidos. Momentos de energía y ratos de fatiga. Acuerdos que salieron bien y proyectos que exigieron paciencia. Y en medio de todo, lo que de verdad cuenta no es si el año fue fácil, sino si fue vivido.

En SALITEL, como en cualquier casa que trabaja con seriedad, sabemos que el progreso rara vez llega como un aplauso. Llega como una suma. Una mejora aquí. Una corrección allá. Una respuesta a tiempo. Un problema resuelto sin drama. Y, a veces, un error que nos obliga a aprender con la humildad de quien se sabe imperfecto.

Por eso, al cerrar el año, no queremos hablaros desde una tarima, sino desde el suelo firme de lo cotidiano: seguimos aquí, con ganas de hacer las cosas mejor, con la determinación de cuidar lo que hacemos y con el respeto que merece vuestra confianza.

Deseos que no caben en una postal

Las felicitaciones navideñas suelen venir comprimidas, como si fueran archivos: “Felices fiestas y próspero año nuevo”. Es bonito, pero se queda corto. Así que, permitidnos abrir la frase y estirarla un poco, como quien desdobla un mantel.

Os deseamos:

  • Tiempo. Tiempo de calidad, no de relleno. Tiempo para vivir sin estar siempre “a punto de”.
  • Salud. La de cuerpo y la del ánimo, que a veces se olvida en los brindis.
  • Conversaciones. De las que no se interrumpen con una notificación. De las que arreglan más que un manual.
  • Trabajo digno. Con retos que ilusionen y descansos que de verdad descansen.
  • Proyectos. Los grandes y los pequeños. Porque un proyecto no es solo un plan: es una promesa que nos hacemos.
  • Buen humor. Ese escudo discreto que convierte los problemas en tareas y no en tragedias.

Y, si nos dejáis añadir un deseo más, uno que parece antiguo pero es urgentísimo: claridad. Claridad para elegir bien. Claridad para decir “no” cuando toca. Claridad para reconocer lo importante entre tanto ruido.

Lo que de verdad celebramos

Se habla mucho de regalos, y está bien. El regalo es un lenguaje. Pero el mejor regalo sigue siendo el mismo de siempre: presencia. Estar. Acudir. Llamar. Preguntar. Recordar.

En un mundo que confunde conexión con cercanía, la Navidad nos recuerda que estar conectado no es lo mismo que estar acompañado. Uno puede tener cobertura perfecta y sentirse solo. Y también puede tener una vida modesta y sentirse sostenido por una red invisible de afectos.

Que esta Navidad os regale esa red. Que os envuelva como un abrigo. Que os sostenga como una barandilla en una escalera.

Año nuevo: un mapa en blanco (con esquinas dobladas)

El año que viene siempre parece una hoja limpia. Y lo es… a medias. Porque entramos en enero con las marcas del año anterior: aprendizajes, costumbres, heridas, alegrías. Como quien empieza un cuaderno nuevo pero no puede evitar escribir con la misma letra.

La buena noticia es que la letra se puede mejorar. Los hábitos se pueden afinar. Las prioridades se pueden ordenar. No hace falta reinventarse cada 1 de enero como si la vida fuera un escaparate. Basta con ajustar el rumbo un par de grados. Un cambio pequeño, sostenido, mueve un barco entero.

Desde SALITEL os deseamos un año nuevo en el que las metas no os aplasten. Que sean brújula, no cadena. Que os motiven sin robaros el sueño. Que os ayuden a levantaros con ganas y a acostaros con la sensación de haber hecho algo que merece la pena.

Y si el camino se complica —porque se complicará, la vida no firma pactos de facilidad—, que encontréis apoyo. No hay triunfo más ridículo que el que se presume en soledad, ni fracaso más pesado que el que se lleva sin ayuda.

Una promesa sencilla

Nosotros, por nuestra parte, mantenemos una promesa sencilla: seguir trabajando con rigor, con cercanía y con respeto. Sin dramatismos, sin humo, sin promesas infladas. La confianza no se compra: se merece. Y eso requiere constancia, paciencia y un punto de orgullo profesional, del bueno.

Un último detalle, antes de cerrar la puerta

En España, diciembre tiene su liturgia propia: el frío que afila el aire, la Lotería que nos hace soñar con números como si fueran amuletos, los escaparates que brillan, los reencuentros que llegan con una mezcla de ilusión y cansancio. Y en medio de todo, ese momento en que el cuerpo pide parar.

Parar no es rendirse. Parar es comprender. Es un acto de inteligencia. Como cuando un músico deja un silencio entre dos notas para que la melodía respire. Como cuando un viajero se detiene a mirar el mapa antes de tomar una carretera.

Así que, si podéis, regaladnos —regalaos— ese silencio. Ese segundo en el que uno respira y se acuerda de lo esencial. Tal vez ahí, en ese hueco, se esconda lo mejor de la Navidad.

De corazón, os deseamos unas fiestas llenas de humanidad. Que la alegría os visite sin pedir permiso. Que el cansancio se marche pronto. Que lo que os preocupa se haga más ligero. Y que el año nuevo os encuentre con el ánimo en pie, como un faro: firme, sereno, útil.

Imagen de Paco Pacheco

Paco Pacheco

Fundador y CEO en SALITEL, Gestor de Cuentas en Microdata, Director Consultor y de Área en BNI y Padre de 6 hijos. Desde hace más de 30 años está dedicado al mundo de las Tecnologías de la Información, al Empresarial y al Educativo.
Apasionado por el Software, en especial para las Asesorías y Despachos Profesionales.
Visita su blog personal: www.PacoPacheco.com

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Buscar

Acerca de Salitel

Salitel es una empresa especializada en soluciones de Software para Asesorías y Empresas.

Comparte este artículo

Entradas recientes

Visita nuestra
tienda online

Podrás consultar precios, realizar pedidos y consultar tu histórico.

Diario Asesor

El Podcast para Asesorías y Despachos Profesionales.
¡Suscríbete!

Destacado